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domingo, 13 de diciembre de 2015

El abrasamiento del cerebro, Cordwainer Smith



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I. Dolores Oh

Les digo: es triste, es más que triste, es horrendo, porque es terrible salir Arriba-Afuera, volar sin volar, moverse entre las estrellas como una polilla entre las flojas en una noche de estío.

De todos los hombres que llevaron las grandes naves a la plataforma ninguno fue más valiente, ninguno más fuerte que el capitán Magno Taliano.

Los observadores habían desaparecido hacía siglos y el efecto jonasoidal se había vuelto tan simple que la travesía de los años-luz no era más difícil para la mayoría de los pasajeros de las grandes naves que ir de un cuarto a otro.

Era fácil para los pasajeros. No para la tripulación.

Y menos aún para el capitán.

El capitán de una nave jonasoidal que se hubiese embarcado en un viaje interestelar era, un hombre sujeto a extrañas y abrumadoras tensiones. El arte de vencer todas las complicaciones del espacio se parecía mucho más a la navegación en mares turbulentos de los antiguos tiempos que a las legendarias travesías a vela en aguas tranquilas.

El capitán de viaje de la Wu-Feinstein, la mejor nave en su tipo, era Magno Taliano. Se dijo una vez de Taliano: "Era capaz de navegar en el infierno moviendo sólo los músculos del ojo. Era capaz de sondear el espacio directamente con el cerebro si los instrumentos fallaban..." La mujer del capitán se llamaba Dolores Oh. El nombre era japonés, de una nación antigua, En otro tiempo Dolores Oh había sido hermosa, tan hermosa que quitaba el aliento a los hombres, cambiaba los sabios en tontos y los jóvenes en pesadillas de codicia y deseo. Adondequiera que iba los hombres se peleaban y luchaban por ella.

Pero Dolores Oh era orgullosa, orgullosa hasta más allá de los límites corrientes del orgullo. Se negó a pasar por los procesos del rejuvenecimiento común. Debía de haber sentido un deseo inconmensurable unos cien años atrás. Quizá se dijo, ante la esperanza y el terror de un espejo en un cuarto silencioso:

—Seguramente yo soy yo. Tiene que haber un yo más importante que la belleza de mi cara, tiene que haber algo más que esta piel suave y las arrugas accidentales de la mandíbula y el pómulo.

"¿Qué amaron los hombres si no me amaron a mí? ¿Podré descubrir quién soy o qué soy si no dejo que la belleza muera y no me resigno a vivir en una carne que tiene mis años?

Dolores Oh conoció al capitán y se casaron en seguida; el romance dejó hablando a cuarenta mundos, y pasmó a la mitad de las líneas de navegación.

Magno Taliano empezaba entonces a revelarse como genio. El espacio, podemos asegurarlo, es impetuoso, impetuoso como las aguas turbulentas de un vendaval, repleto de peligros que sólo los hombres más sensibles, rápidos y osados son capaces de vencer.